C. S. Peirce se ha caracterizado por la singularidad de sus ideas sobre de la semiótica, fue considerado uno de los padres fundadores de la semiótica. Él creía que la ciencia de los signos existía desde la antigüedad, conocida como semiótica, por lo tanto no era, “un inventor, sino más bien el explorador de un territorio desconocido casi en su totalidad (5.488).
Heredero de esa tradición, la semiótica de Peirce está vinculada a la lógica, aunque sólo una transformación de la forma en que se había concebido la lógica podía hacer de la semiótica una disciplina con una personalidad diferenciada.”[1]
Algunos de los antecedentes de la teoría peirceana podemos encontrar en la tradición de los estudios lógicos, específicamente en Aristóteles que fue el primero en iniciar la tarea de sistematizar los saberes semióticos. La tradición aristotélica fue prolongada por los estoicos y epicúreos, que introdujeron cambios interesantes, los signos fueron interpretados como proposiciones donde el antecedente y el consecuente son verdaderos a un tiempo.
Peirce, planteó el témino "semiosis", que fue el más adecuado para referirse a la "acción de los signos". Agustín de Hipona, heredero de la tradición estoica, fue el pionero en utilizar la noción de “signum” (signos) de forma general, donde incluía tanto a los signos lingüísticos como no lingüísticos. Peirce, en su concepción de la semiótica tuvo un argumento similar e incluso fue más allá que Locke: “si la lógica se ocupa de las leyes del pensamiento y éste sólo es posible gracias a los signos, la lógica ha de ser una semiótica (1.444, 2.227).”[2]
Dicho argumento realiza una doble dirección: la primera gracias al desarrollo de la semiótica y la segunda, gracias al hallazgo de un nuevo tipo de inferencia de la lógica, convertida en una lógica de la investigación donde la abducción, deducción e inducción, están integrados. Peirce establece y define tres ramas de esta lógica ampliada: la gramática especulativa, recogiendo la tradición medieval de los modi significandi, se ocupa de las condiciones que deben darse para que algo sea un signo; la lógica pura, conservaría la función de la lógica tradicional, es decir, se ocuparía de las condiciones de verdad, y la retórica especulativa, que se ocupa ya de los sujetos y, de forma más concreta. Por lo tanto, la semiótica es una relación triádica, en la que el signo, el objeto y el interpretante, son expresiones de las categorías faneroscópicas de la primeridad, segundidad y terceridad.
Peirce, hizo una corrección a la teoría aristotélica. Primero amplío los tres tipos de inferencia lógica: deducción, inducción y abducción; la segunda, consistiría en demostrar que el ejemplo aristotélico combina inducción y deducción, o abducción e inducción y la tercera consistía en invertir las relaciones entre semiótica y retórica, que consistió en introducir dentro de su ámbito los tres tipos de inferencias.
Para Peirce los principios fundamentales que los elementos de la semiosis necesitan son tres: signo, objeto e interpretante, que explica el modo en que nos comunicamos mediante el lenguaje, es decir los sonidos que son símbolos , y a su vez son signos de las cosas.
El segundo elemento de la semiosis, es lo representado por el signo, denominado "objeto" y se lo puede entender de dos formas: como el objeto "inmediato" de un signo y como el objeto "dinámico". El inconveniente es que la verdad de nuestros conocimientos, depende de una realidad independiente de nosotros, y a las representaciones a las que puede dar lugar esa realidad. Sin embargo, los signos, como los pensamientos, están conectados y además, son comunicables.
La semiosis es ilimitada por su carácter social y comunicativo, y porque permite conocer lo que se ignoraba. En el proceso de la semiosis existen dos elementos, un elemento colectivo y un elemento innovador que pertenece a la experiencia de los individuos que resulta comunicable y universalizable.
Esta concepción de la semiosis da lugar a las relaciones entre el signo y el objeto por él representado, y, finalmente, las relaciones entre el signo y los interpretantes. La clasificación de los signos en función de las relaciones que mantienen con los objetos en iconos, índices y símbolos, ha dado lugar a una amplia discusión y a un desarrollo que ha permitido introducir un cierto orden en la terminología semiótica.
Un signo sólo llega a serlo cuando produce un interpretante, la relación semiósica incluye, tanto la acción del signo como la pasión de un intérprete. “Las modernas teorías de la interpretación han recibido de Peirce una importante fundamentación teórica que, por una parte, justifica su carácter creativo y, por otra, la necesidad de reglas para la interpretación hace de ella una acción cuyo carácter social permite el acuerdo.”[3]
La forma en que Peirce concibe la semiosis hace que su semiótica sea diferente a la tradición que inaugura Saussure, a través de la elaboración llevada a cabo por Hjemslev y Greimas, ha dado un lugar a otra importante línea de investigación de la semiótica moderna: la primera se refiere a los fundamentos epistemológicos y la segunda a quela semiótica de Peirce se vincula a la lógica, mientras que la de Saussure lo hace a la lingüística.
La vinculación de Saussure entre semiótica y lingüística llevó a considerar a la primera como una "translingüística".
Desde la posición peirceana resulta fácil la concepción de la semiótica como una teoría general de la semiosis; mientras que desde la tradición saussureana, el prejuicio lingüístico puede plantear dificultades cuando se trata de adoptar una perspectiva que incluya expresiones no lingüísticas.
la teoría de Peirce tiene dificultades para explicar algunas cuestiones que reciben un tratamiento más fácil desde las teorías elaboradas por la semiótica post-estructuralista. Tres cuestiones, por lo demás muy relacionadas entre sí, serían relevantes en este sentido: el sujeto, la enunciación y la narratividad.
La semiótica que mantenga la perspectiva peirceana puede incorporar sin contradicciones otras tradiciones que se han ido incorporando al ámbito de la semiótica. Estamos ante tradiciones que parten de principios diferentes y no siempre compatibles. Por lo tanto esto exige una elección entre teorías en función de criterios epistemológicos precisos.
JURI LOTMAN
Lotman fue una figura eminente en la semiótica contemporánea ya que utilizó todos sus recursos para poder explicar el mecanismo de los procesos históricos y los problemas relacionados con sus presentaciones verbales. “La semiótica ha cambiado durante las últimas décadas. Uno de sus logros en su difícil camino era su relación con la historia. Por un lado, la historia se concibió en términos semióticos y por el otro, el pensamiento semiótico requirió rasgos semióticos” (Lotman 1992:4)[4].
Lotman planteó que el universo semiótico puede ser considerado como un mecanismo único, denominado semiosfera. La semiosfera es el espacio semiótico fuera del cual es imposible la existencia misma de la semiosis. Esta hace realidad el acto sígnico particular.
La noción de semiosfera supone que todos los fenómenos semióticos están implicados en el tiempo y la historia.
Lotman constantemente se mantuvo comprometido con el problema de los límites entre el arte y la vida, el signo y el no-signo, también, demostró sumo interés por el mecanismo y el problema del texto dentro del texto. Él ha expuesto un modelo con la definición de símbolo de la semiótica mística, o con el concepto de signo indicativo de Pierce., entonces una obra de arte puede compararse con un nombre propio. “Esta noción se describe, mitológicamente hablando, como la identidad entre la persona y su nombre: Las palabras se atribuyen a una persona como algo ya-hecho, mientras que un nombre propio, parece que se crea nuevamente cada vez, especialmente para una persona determinada (Lotman 1998: 501).”[5]